El tiempo no cura.

Sentado en el borde del trópico, un día el peregrino se dio cuenta que el sol se ocultaba un poco más tarde en abril, pero no tan lánguido como en Junio, y no solo lo hacía más tarde, sino, más circular, esférico, con más forma de astro o de rey, y también, más elocuente con el paisaje, conversando en luz y color, con el cielo y árboles, en un diálogo entre no querer morir, pero tampoco, seguir viviendo.

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