Mentime con amor.

Entonces, decilo otra vez, y esta ocasión, sentilo, sentí como se deslizan esas palabras hacia mi oído, desde tu boca, ¿Sí? Decilo así, tan consciente, tan real y que parezca diferente.

Lo escondes por favor, esconde todo rastro de mezquindad malograda por la ataviada sensación de sentirte solo una, una y no dos, una de cuerpo y no nosotros dos.

Incesantemente repetí, repetí nuevamente la fórmula, una y otra vez, suave, como si no me diera cuenta, como si no supiera que al perdonar, te diera bandera para dañar.

Zambullámonos, tirémonos, una vez más, en la utopía irreal, de una relación formal, del ¿Cómo te fue hoy? si no nos fue, ni nos como, y mucho menos nos hoy.

Abrazá la técnica diplomática de besar sin sentir, de amar sin arder, de ser quién te pido que seas, sin ser vos, ni ser yo, ninguno de los dos, solo el trámite del viaje a continuación.

Burlate una y otra vez, de mi decisión de estar acá, de verla de menos, y verla mal, al final, la corporeidad ya la infravaloramos y enterramos sin percatarnos.

Encedé, nuevamente, la duda, la inseguridad, la ansiedad y la imaginación, que tomen posesión de tu cuerpo, de tu pensamiento, que emborrachen y nublen tu razón.

Termina de una vez de decirme lo que querías hacerme sentir, porque le diste la palabra al odio, a la desilusión, a la tristeza y al enojo, cuando todos ellos hablaron, menos vos.

Herí eternamente, la ilusión más cercana a la felicidad que sentí, sentimos e idílicamente, vivimos, y si me vas a mentir otra vez, bonita, mentime con amor.

Mil pasados

En la tercera versión, todo era felicidad, sabía quien era, sabía el camino como el dorso de su mano, abrupto, sin embargo, él – la sabía – . La mano recorrió desde la pelvis hasta el hombro, sin tomar ningún atajo, en línea recta paralela a su espina dorsal, pero no se instaló mucho tiempo ahí, su destino final estaba apenas abajo de sus pómulos tallados con cincel. Su pulgar en movimientos parabólicos sobre su mejía advertían que los milímetros entre sus labios se extinguían despacio, como quien apaga vela por vela en una iglesia, con una calmada exhalación,  consciente totalmente que cuando todas las velas se apagaran y todos los milímetros se desvanecieran, todo sería oscuridad. Una hermosa oscuridad.

milpasados

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Un simple saludo y un emoticón.

Era esa conversación en su teléfono inteligente, o quizá su misma inteligencia que lo traicionaba. Se sumaba ese olor a descomposición que despiden las mentiras nerviosas y para abonar a la conjetura, la incomoda brisa de las verdades a medias.

unsaludoyunemoticon

No quiso volver a explicarle porque le pedía que no borrara esa conversación, intuyó con ciega confianza que el amor era la más grande e inquebrantable fuerza, y que a pesar de los desvaríos, nada podría pasar de un simple saludo y un emoticon.

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